Podemos entender la integración
sensorial como la capacidad de captar, discriminar, integrar, organizar e
interpretar las sensaciones e información recibidas del propio cuerpo y del
exterior, con el fin de dar una respuesta cuerpo acorde y eficaz a un fin, una
situación o un contexto.
Al ser un proceso automático que
no requiere de atención ni consciencia es muy común no reparar en el hecho de
que se puedan darse situaciones en las que esa integración pueda ser deficiente o pueda tener carencias, las
cuales se producen porque el sistema nervioso central no tiene un
funcionamiento normal y eficaz, pudiendo repercutir directamente en el
comportamiento y, dependiendo de la intensidad, en el proceso de aprendizaje.
Aunque hay diversas disfunciones relacionadas con la integración sensorial, la dispraxia del desarrollo y la
defensa táctil son algunas que interfieren en el aprendizaje.
Ampliando un poco la información
sobre ellas, la dispraxia del movimiento va a influir en la planificación de
movimientos, dando como resultado la torpeza, una deficiente organización
espacial, una gran dificultad al automatizar movimientos en la práctica de
actividades físicas o, incluso, a la hora de aprender a escribir o a dibujar. En el caso de la defensa táctil que consiste
en la reacción exagerada y negativa a sensaciones táctiles, puede derivar en
alteraciones nerviosas, con sus consiguientes comportamientos negativos. Por
ejemplo, ciertos tejidos pueden dificultar que el niño esté atento a una
explicación porque la tela le roza la piel o, con ciertas texturas como puede
ser la arena, la plastilina, el material del que están hechos los bolígrafos o
lapiceros, pueden generarle un rechazo y una situación de máxima incomodidad,
evitando que pueda estar atento, así como ciertas reacciones violentas.
Hemos de tener en cuenta lo
importante que es detectar cuanto antes cualquier tipo de anomalía, cualquier
cosa que para los padres o profesores se salga de los comportamientos normales
relativos a niños de su edad, como pueden ser la dificultad de concentrarse al
realizar una tarea, el exceso o defecto en la sensibilidad ante estímulos
auditivos, visuales, táctiles, vestibulares o propioceptivos, un retraso
excesivo en la utilización del lenguaje (habla, escritura…), dificultades para
coordinar y realizar movimientos, problemas en las relaciones sociales… La
consulta con profesionales especializados ayudará a descubrir el origen de los
problemas, así como facilitará la forma en la que tratar de forma personalizada
cada caso para que los niños sean más felices y se desarrollen de la manera más
adecuada posible.
Para ayudar en la integración
sensorial, es aconsejable proporcionar al niño, desde muy temprana edad,
experiencias que puedan mejorar la integración de los estímulos, desde el
reconocimiento de sonidos a diferente volumen, el trabajo con diferentes
texturas, como puede ser jugar con arena, hacer formas con plastilina o
arcilla, hacer juegos con agua a distintas temperaturas, tocar objetos de texturas rugosas, ásperas,
suaves...
También a través de actividades basadas en el movimiento como
columpiarse, montar en bicicleta o andar en patines, movimientos en los que
participen ambos lados el cuerpo, juegos de coordinación visomotriz como
lanzamientos, recepciones, pateos… Los juegos de coordinación podemos
aplicarlos a través de deportes como el fútbol, el baloncesto, el balonmano…
Sonia Pérez Vara para Centro de Neurodesarrollo Qualia. Febrero 2016.
http://www.centroqualia.com/