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martes, 11 de octubre de 2016

Integración sensorial y aprendizaje

     Podemos entender la integración sensorial como la capacidad de captar, discriminar, integrar, organizar e interpretar las sensaciones e información recibidas del propio cuerpo y del exterior, con el fin de dar una respuesta cuerpo acorde y eficaz a un fin, una situación o un contexto.
Al ser un proceso automático que no requiere de atención ni consciencia es muy común no reparar en el hecho de que se puedan darse situaciones en las que esa integración pueda  ser deficiente o pueda tener carencias, las cuales se producen porque el sistema nervioso central no tiene un funcionamiento normal y eficaz, pudiendo repercutir directamente en el comportamiento y, dependiendo de la intensidad, en el proceso de aprendizaje.
     
      Aunque  hay  diversas  disfunciones  relacionadas  con  la  integración sensorial, la dispraxia del desarrollo y la defensa táctil son algunas que interfieren en el aprendizaje.

       Ampliando un poco la información sobre ellas, la dispraxia del movimiento va a influir en la planificación de movimientos, dando como resultado la torpeza, una deficiente organización espacial, una gran dificultad al automatizar movimientos en la práctica de actividades físicas o, incluso, a la hora de aprender a escribir o a dibujar.  En el caso de la defensa táctil que consiste en la reacción exagerada y negativa a sensaciones táctiles, puede derivar en alteraciones nerviosas, con sus consiguientes comportamientos negativos. Por ejemplo, ciertos tejidos pueden dificultar que el niño esté atento a una explicación porque la tela le roza la piel o, con ciertas texturas como puede ser la arena, la plastilina, el material del que están hechos los bolígrafos o lapiceros, pueden generarle un rechazo y una situación de máxima incomodidad, evitando que pueda estar atento, así como ciertas reacciones violentas.

     Hemos de tener en cuenta lo importante que es detectar cuanto antes cualquier tipo de anomalía, cualquier cosa que para los padres o profesores se salga de los comportamientos normales relativos a niños de su edad, como pueden ser la dificultad de concentrarse al realizar una tarea, el exceso o defecto en la sensibilidad ante estímulos auditivos, visuales, táctiles, vestibulares o propioceptivos, un retraso excesivo en la utilización del lenguaje (habla, escritura…), dificultades para coordinar y realizar movimientos, problemas en las relaciones sociales… La consulta con profesionales especializados ayudará a descubrir el origen de los problemas, así como facilitará la forma en la que tratar de forma personalizada cada caso para que los niños sean más felices y se desarrollen de la manera más adecuada posible.

     Para ayudar en la integración sensorial, es aconsejable proporcionar al niño, desde muy temprana edad, experiencias que puedan mejorar la integración de los estímulos, desde el reconocimiento de sonidos a diferente volumen, el trabajo con diferentes texturas, como puede ser jugar con arena, hacer formas con plastilina o arcilla, hacer juegos con agua a distintas temperaturas,  tocar objetos de texturas rugosas, ásperas, suaves... 

    También a través de actividades basadas en el movimiento como columpiarse, montar en bicicleta o andar en patines, movimientos en los que participen ambos lados el cuerpo, juegos de coordinación visomotriz como lanzamientos, recepciones, pateos… Los juegos de coordinación podemos aplicarlos a través de deportes como el fútbol, el baloncesto, el balonmano…


Sonia Pérez Vara para Centro de Neurodesarrollo Qualia. Febrero 2016.
http://www.centroqualia.com/

lunes, 10 de octubre de 2016

Aprender a través del tacto


     La información que recibimos del mundo que nos rodea nos llega a través de los sentidos.
     Imagina que es verano y que haces un viaje a una playa: el olor a mar te llega a través del olfato, el sonido de las olas o de las gaviotas a través del oído, los colores del mar, del cielo o la luz del sol por la vista, el sabor de algún producto típico que se pueda comer allí, por ejemplo, unas sardinas a la brasa, por el gusto y la textura de la arena, la temperatura del agua, el tamaño de las conchas o el dolor ante la picadura de una medusa, por el tacto. 
     Es muy posible que hayas podido ponerte en situación si has vivido antes algo parecido. Esto es porque el cerebro integra los estímulos que nos aportan los sentidos como algo significativo, devolviéndonos esas sensaciones cuando evocamos los recuerdos.
    Si tuviésemos que elegir uno de los sentidos como favorito para no ser privado de él es posible que eligiéramos entre la vista o el oído, ya que es por donde más información directa nos llega sin que para ello necesitemos realizar mucho esfuerzo. Pero, ¿sabemos lo importante que puede llegar a ser el tacto en nuestra vida y en el aprendizaje?


    En nuestra vida, un mismo estímulo va a poder ser captado con mayor o menor intensidad por cada uno, pudiendo haber personas que no lleguen a captar ciertos estímulos que puedan parecer evidentes y otras que, por el contrario, cada mínima sensación se perciba como algo exagerado.  Al nivel de intensidad mínimo al que se captan las sensaciones se denomina umbral de excitabilidad y por debajo de éste no se va a provocar estimulación ninguna.

    Ambos extremos no son buenos, ya que en casos de hipoactividad, la persona va a necesitar de tener contacto continuo para recibir información y su alto umbral de excitabilidad va a generar una mayor tolerancia al dolor. Son personas que disfrutan de los deportes de contacto y tienen tendencia a estar metidos en peleas y altercados.
    En el caso de la hipertactibilidad, su umbral de dolor es muy bajo, sufren con cualquier contacto corporal: un roce, un rasguño… pueden ser para ellos un mundo. Controlan muy mal la temperatura del cuerpo y evitan ser rozados, no sólo por las personas, sino por texturas que puedan resultarles desagradables.  En clase parecen despistados, ya que pueden estar distraídos porque les moleste la textura del bolígrafo, del papel, del pupitre o, incluso, de la ropa que llevan puesta.
    ¿Cómo interviene el tacto en el aprendizaje?
   El tacto aporta información sobre la temperatura, el peso, la presión, el dolor, la humedad o sequedad, la forma, la elasticidad o las texturas. Esta información, integrada con la vista y el oído, va a permitir que el aprendizaje se desarrolle de manera más integral.
    Aprender a través del tacto, va a permitir que ayudemos en el desarrollo del esquema corporal puesto que, a través de distintos tipos de receptores, vamos a saber dónde comienza y termina nuestro cuerpo. Esto último, que se denomina propiocepción, se hace de forma automática e inconsciente y se va a encargar de enviar al cerebro información constante sobre dónde  se encuentra cada parte del cuerpo y cómo se mueve, qué velocidad necesita para hacer determinadas acciones o qué presión se ha de ejercer sobre los objetos para cogerlos, sujetarlos o manipularlos. Si los receptores sensoriales no funcionan de forma correcta, se pueden  generar dificultades de aprendizaje al  enviar al cerebro información errónea, que repercutiría en una respuesta poco adecuada y precisa.


    Por otro lado, a través del tacto, también vamos a mejorar la motricidad fina, imprescindible para el manipulado de objetos pequeños o la realización de tareas tan aparentemente sencillas como pueden ser abrochar y desabrochar un botón o atar unos cordones. Igualmente interviene en el proceso de aprendizaje de la escritura donde, además, nos ayudará a conocer la presión con la que debemos coger el bolígrafo y la prensión que hemos de hacer sobre el papel a la hora de escribir.

     ¿Qué podemos hacer para mejorar la percepción táctil?
  • Jugar con distintos tipos de texturas: manipulación, reconocimiento, clasificación de objetos por sus características texturales…
  • Hacer actividades con distintos pesos: identificación, compración (más o menos pesado),  clasificación, ordenación…
  • Experimentar con materiales a distintas temperaturas y en distintos estados: gelatina, agua caliente, fría, templada, sólida, líquida…
  • Manipulación de plastilina para trabajar conceptos, presión, tono muscular: amasando, aplastando, creando formas para aprender vocabulario, hacer fracciones…
  • Actividades de ensartar, rasgar, puntear, recortar, amasar.

Sonia Pérez Vara para Centro de Neurodesarrollo Qualia. Febrero, 2016.



domingo, 9 de octubre de 2016

Movimiento y Aprendizaje.

    Cada vez que hay cambio de gobierno hay dos sectores que tiemblan a la espera de los cambios que les suelen afectar de forma directa: sanidad y educación. En el presente post no se va  a hablar de sanidad. Tampoco de política. El objetivo es recoger en las siguientes líneas la relación existente entre movimiento y aprendizaje.
     Seguro que hemos podido vivir de primera mano, en nuestra etapa escolar, el valor que se le daba a la educación física: esa asignatura que todos (o casi todos) aprobábamos con buena nota y que era la preferida de muchos porque no requería de que resolviéramos las tareas a través de una ecuación o de una redacción. Valorada por los alumnos y descalificada por la sociedad en general (padres, profesores…), era la asignatura que se sacrificaba en pos de otras consideradas más importantes, como  las matemáticas o el lenguaje. Pero, ¿sabemos exactamente qué aporta el movimiento al aprendizaje?
    Son muchos los estudios que demuestran que, en contra de lo que pudiéramos creer, el movimiento y el aprendizaje están relacionados íntimamente. ¿Cuál es la explicación a esta afirmación? Muy sencillo. Dependiendo del tipo de movimiento que realice nuestro cuerpo éste es controlado por unas zonas del cerebro u otras. Así, los movimientos más sencillos se realizarán desde las zonas subcorticales y los más complejos serán llevados a cabo gracias a la  corteza motora.  Aunque parezca increíble, son las mismas áreas que las que participan en los procesos de aprendizaje. De esta manera, si los movimientos se han trabajado, adquirido, interiorizado y automatizado de forma correcta, esa zona quedará libre para que se puedan llevar a cabo otras tareas como, por ejemplo, el proceso de adquisición de la lectura o de la escritura, básicos en la etapa escolar.
    Pero no solo son éstas las zonas que están involucradas en el movimiento y el aprendizaje, otras zonas como el cerebelo, el sistema vestibular o el sistema activador reticular, van a influir en aspectos como el equilibrio, la coordinación, la postura, el movimiento, la percepción espacial, la memoria o la atención. Asimismo, diversas áreas del lóbulo frontal, como son el córtex prefrontal y las zonas dorsolaterales, van a intervenir en ambos aspectos, dando lugar a la resolución de problemas, la planificación y la secuenciación de los procesos a la hora de hacer o aprender cosas nuevas.
     Por consiguiente, si se diese a la educación física y al movimiento la importancia que tiene, facilitaríamos que esas zonas cerebrales quedaran libres para otras tareas de nivel superior como son el razonamiento, la atención o el lenguaje.



Sonia Pérez Vara para Centro de Neurodesarrollo Qualia. Febrero 2016. 

sábado, 8 de octubre de 2016

La lateralidad no sólo está en la mano

Soy diestra.

      Seguro que con esta afirmación tu mente enseguida ha asociado que escribo o como con la mano derecha pero, ¿sabías que ser diestro o zurdo no sólo lo indica la mano? Te lo contamos a continuación.

     Comenzaremos por tener en cuenta que nuestro cerebro, aunque es uno, está dividido en dos porciones denominadas hemisferios cerebrales.  A primera vista  pueden  parecer  iguales pero no lo son. Cada uno se encarga de realizar unas funciones psicológicas distintas así como de organizar las áreas sensoriales y motoras primarias del lado contrario, debido a la decusación de las vías motoras (Petit, 1710). Por ejemplo, el hemisferio izquierdo, va a procesar las señales recibidas por el ojo, oído, mano… del lado derecho del cuerpo, y viceversa. Eso sí, hemos de tener en cuenta que funcionan de forma conjunta y coordinada y que el hecho de que tengan repartidas las funciones es por una cuestión de eficacia a la hora de dar respuesta a los estímulos recibidos, lo que se verá alterado si no existe una lateralización correctamente establecida.

    Tras esta breve introducción, podríamos definir la lateralidad como la preferencia de uso efectivo, o predominio, de una mitad lateral del cuerpo frente a la otra, siendo los ojos, los oídos, las manos y los pies los que se van a tener en cuenta a la hora de concluir si somos zurdos o diestros. Como se puede deducir, no todas las personas tienen claramente lateralizados los cuatro índices en un mismo lado, lo que hace que puedan surgir dificultades en la organización cerebral.
   
      La evolución de la lateralización se distribuye 3 etapas, las cuales en una situación normal abarcan desde los 0 a los 7 años:
  • Homolateral (0-24 meses, aprox.): caracterizado por respuestas reflejas, identificación de estímulos e inicio de la función perceptiva, donde el niño alcanza el control de la línea media del cuerpo y es capaz de girar sobre su cuerpo, reptar y utilizar de forma simultánea ambos lados del cuerpo.
  • Contralateral (sobre los 36 meses): al utilizar el movimiento coordinado y alterno de ambos lados del cuerpo, se define la binocularidad, la visión en 3 dimensiones, la escucha biaural o la identificación cognitiva de los estímulos recibidos. El reptado, gateo y marcha contralateral se perfeccionan y coge fuerza la pinza escribana (pulgar-índice). Mejora la manipulación coordinada de ambas manos.
  • Dominancia lateral (entre los 4 y los 7 años): Se establece la dominancia de la vista y el oído, así como de la mano y el pie. En algunos casos, el pie tarda en lateralizarse y puede llegar a los 10 años sin haberse definido. Se define la referencia lateral para llevar a cabo los propios movimientos, así como el control lateral de la grafía.

      Es importante que la lateralidad esté fijada en torno a los 6-7 años, ya que será la época en la que a muchos niños les exigirán un nivel de lectoescritura avanzado. Si aún no se ha definido, podrán surgir problemas como la omisión, sustitución, cambio… de letras o números que puedan parecer similares, generando más adelante dificultades en la comprensión lectora tanto de textos como de enunciados de problemas.

La clasificación con:
  • Diestros: utilizan de forma preferente el ojo, el oído, la mano y el pie derechos.
  • Zurdos: utilizan de forma preferente el ojo, el oído, la mano y el pie izquierdos.
  • Ambidiestros o ambidextros: utilizan indistintamente el ojo, el oído, la mano y el pie de ambos lados del cuerpo. A diferencia de lo que siempre se ha creído sobre la suerte de ser ambidextro, denota una falta de organización funcional del cerebro, ya que no tiene definidas las funciones en cada parte del cerebro.
  • Zurdería contrariada: Este caso es el de una persona zurda que ha sido forzada a utilizar la mano derecha (hace unos años solía ocurrir de forma frecuente, originando problemas a distintos niveles: organización y orientación espacial, por ejemplo).
  • Lateralidad cruzada: preferencia de uso de dos índices con un lado del cuerpo y de los otros índices con el otro lado. Se denomina cruce si está definida en tres índices en el mismo lado y uno en el otro (por ejemplo: diestro con cruce de pie).
  • Lateralidad indefinida: Utiliza ambos lados lados del cuerpo o duda de cuál utilizar. Se suele dar en las etapas previas a los cuatro años.



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Sonia Pérez Vara para Centro de Neurodesarrollo Qualia. Febrero 2016.