Cada vez que hay cambio de
gobierno hay dos sectores que tiemblan a la espera de los cambios que les suelen
afectar de forma directa: sanidad y educación. En el presente post no se
va a hablar de sanidad. Tampoco de
política. El objetivo es recoger en las siguientes líneas la relación existente
entre movimiento y aprendizaje.
Seguro que hemos podido vivir de
primera mano, en nuestra etapa escolar, el valor que se le daba a la educación
física: esa asignatura que todos (o casi todos) aprobábamos con buena nota y
que era la preferida de muchos porque no requería de que resolviéramos las
tareas a través de una ecuación o de una redacción. Valorada por los alumnos y
descalificada por la sociedad en general (padres, profesores…), era la
asignatura que se sacrificaba en pos de otras consideradas más importantes,
como las matemáticas o el lenguaje. Pero, ¿sabemos exactamente qué aporta el movimiento al aprendizaje?
Son muchos los estudios que
demuestran que, en contra de lo que pudiéramos creer, el movimiento y el
aprendizaje están relacionados íntimamente. ¿Cuál es la explicación a esta
afirmación? Muy sencillo. Dependiendo del tipo de movimiento que realice
nuestro cuerpo éste es controlado por unas zonas del cerebro u otras. Así, los
movimientos más sencillos se realizarán desde las zonas subcorticales y los más
complejos serán llevados a cabo gracias a la corteza motora. Aunque parezca increíble, son las mismas áreas
que las que participan en los procesos de aprendizaje. De esta manera, si los
movimientos se han trabajado, adquirido, interiorizado y automatizado de forma
correcta, esa zona quedará libre para que se puedan llevar a cabo otras tareas como,
por ejemplo, el proceso de adquisición de la lectura o de la escritura, básicos
en la etapa escolar.
Pero no solo son éstas las zonas
que están involucradas en el movimiento y el aprendizaje, otras zonas como el
cerebelo, el sistema vestibular o el sistema activador reticular, van a influir
en aspectos como el equilibrio, la coordinación, la postura, el movimiento, la
percepción espacial, la memoria o la atención. Asimismo, diversas áreas del
lóbulo frontal, como son el córtex prefrontal y las zonas dorsolaterales, van a
intervenir en ambos aspectos, dando lugar a la resolución de problemas, la
planificación y la secuenciación de los procesos a la hora de hacer o aprender
cosas nuevas.
Por consiguiente, si se diese a la educación física y al movimiento la importancia que tiene, facilitaríamos que esas zonas cerebrales quedaran libres para otras tareas de nivel superior como son el razonamiento, la atención o el lenguaje.
Sonia Pérez Vara para Centro de Neurodesarrollo Qualia. Febrero 2016.
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